Pedro Javier López Soler en Mundo Obrero
Se cumple el segundo aniversario de aquel fatídico 19 de abril en el que la vida cotidiana en Nicaragua fue interrumpida por la violencia de los llamados tranques. Con el propósito de derrocar al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), todo sacrificio era justificable. «Podemos resistir tres millones de muertos», llegó a afirmar el cronista deportivo opositor Edgard Tijerino.
Es demoledor el balance de la violencia callejera alentada entre abril y julio de 2018 por grupos que no han podido disputar de forma democrática el poder al FSLN. Los grupos radicales de la oposición incendiaron viviendas y edificios públicos, más de cien mil puestos de trabajo fueron destruidos como consecuencia de la quiebra de la economía, se perdieron cerca de mil millones de dólares en daños al sector público y turístico y, lo más lamentable, decenas de personas sufrieron secuestros, torturas y, en último término, asesinatos.
La estrategia seguida por los golpistas nicaragüenses guarda grandes similitudes con las guarimbas venezolanas. Ambas agresiones están trazadas con un mismo patrón: La política de la acción no violenta, un manual para el desarrollo de golpes suaves que ideó el politólogo estadounidense Gene Sharp. Sus elementos básicos son fácilmente identificables: violencia callejera a través del levantamiento de tranques o barricadas, valiéndose de cualquier tipo de acción para luego negarlo; campaña mediática que justifique la necesidad de un cambio de gobierno por la vía armada; generación de un clima de histeria colectiva que aliente el golpe; y hostigamiento de la economía nacional por medio de sanciones (Nica Act). Todo ello con el objetivo de desestabilizar al gobierno y propiciar su caída. Un esquema que ya hemos visto triunfar en Turquía, Egipto, Paraguay o, más recientemente, en Bolivia, pero que no consiguió materializarse en Nicaragua gracias a la capacidad organizativa del FSLN y a la respuesta de las instituciones gubernamentales.
Pese al duro golpe que supuso la derrota de julio de 2018, la oposición no ha cesado en su estrategia golpista. Sus voceros continúan alentando día tras día una insurrección popular que sólo existe en sus mentes. Ni siquiera el temible COVID-19 da un respiro a sus incesantes ataques: claman al cielo por la hecatombe que anuncian que va a traer la pandemia a los nicaragüenses por culpa, dicen, de Daniel Ortega. Poco les importa que Nicaragua sea, con únicamente un caso activo, el país centroamericano menos afectado. Sus estrecheces, no les permiten reconocer una serie de variables que hacen posible la contención del virus, entre las que destaca el eficaz y eficiente sistema de salud preventivo, familiar y comunitario del que goza Nicaragua, instalado como parte de las políticas públicas del gobierno sandinista.
Felicitación de la OPS por la prevención contra el coronavirus
Si la cada vez más divida y errática oposición nicaragüense persiste en su guerra particular, el gobierno de los Estados Unidos no se queda atrás. A las recientes amenazas a altos dirigentes del chavismo, a cuya vida se atreven a poner precio, y al endurecimiento del bloqueo económico a Cuba, se une ahora una nueva amenaza contra Nicaragua. Washington ha exigido una inmediata transición democrática en un comunicado emitido con motivo del segundo aniversario del fracaso de su última gran ofensiva contra la soberanía nicaragüense. En un acto de hipocresía sin límites, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, expone la necesidad de un cambio urgente en Nicaragua ante la supuesta falta de respuesta a la pandemia por parte del ejecutivo sandinista. Qué atrevimiento de un gobierno con casi 40.000 muertos a sus espaldas frente a otro gobierno que ha sido felicitado por sus medidas de prevención por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Nicaragua es un pueblo que sabe que camina por rumbo cierto, que confía de forma mayoritaria en su gobierno. La oposición está condenada a cosechar una derrota tras otra mientras sus acciones no conecten con el sentir de un pueblo que ya se cansó de la guerra y sólo desea vivir en paz y prosperidad.