“La izquierda está consumida por la propaganda occidental”

Este texto que publicó Misión Verdad es una transcripción realizada por el portal de cultura cubana La Jiribilla de un discurso pronunciado por Gustavo Borges Revilla, director del proyecto Misión Verdad, en el XXIV Foro de São Paulo celebrado en La Habana, Cuba, los días 15 al 17 de julio. La participación se dio en los espacios de discusión sobre arte, comunicación, cultura e intelectualidad del foro. Misión Verdad asistió como proyecto invitado por el Ministerio de Cultura de Cuba.

Ayer se inició una discusión intensa y ciertamente constructiva, pero que deja ver muchísimo de lo que está pasando en el presente de Latinoamérica y el mundo. Podemos hacer un consenso y coincidir en que hay una crisis. Es una crisis del sistema mundo como lo conocemos, una crisis del sistema global, del capitalismo. Crisis inherente a todos nosotros, crisis que los latinoamericanos estamos viviendo ahora en carne viva, en carne propia.

Como ustedes saben, Venezuela fue víctima en 2017 de quizás el modelo más acabado de intervención que en Occidente se ha diseñado, no solo para tomar el poder del Estado que hoy se encuentra en manos de fuerzas anticapitalistas, sino para desmantelar los Estados tal y como los conocemos. Es decir, hay una crisis del pensamiento occidental manifestado después del Pacto de Westfalia. Hay una crisis del modelo que le sirvió al capitalismo durante muchos años, que son los Estados-nación. Frente a esos Estados, esa crisis y esos modelos de intervención, nosotros creemos que, desde el trabajo que hacemos, no hay entendimiento a plenitud de lo que está sucediendo ahora mismo, no sólo en el pensamiento occidental sino en cómo nosotros estamos viviendo estos procesos nuevos de intervención. Esto no es una intervención victimista del asunto, pero sí es un llamado de alerta. ¿Por qué? Porque Nicaragua ahora mismo la está sufriendo también.

Nosotros en 2015 dijimos que probablemente en Nicaragua se iba a implementar este nuevo modelo de intervención y decimos acá, hoy en La Habana, en 2018, que Cuba también es un país que pudiera ser candidato a sufrir este modelo de intervención. Que no es más que una reconfiguración de las identidades culturales de los países, del secuestro de algunos valores y principios que estaban dirigidos por la izquierda durante muchos años. Hablo de derechos humanos, solidaridad, juventud, unas categorías que están siendo reconfiguradas por entidades como, por apenas citar un solo ejemplo, la Open Society Foundation.

Si todos en esta sala no conocemos lo que es la Open Society Foundation tenemos el debate perdido. Un dato apenas de la Fundación: 1 mil millones de dólares invertidos en 120 países en los últimos 5 años, 48 procesos de «revoluciones de color» que dejó destrozado a todo Medio Oriente. Empezó en Túnez, como sabemos, siguió por Egipto, continuó en Libia, se intentó en Siria, se importó a América Latina, Venezuela sufrió 3 intentos de «revolución de color» -2007, 2014, 2017- y Venezuela es, podemos decirlo hoy aquí, asegurarlo, el único país que ha sabido enfrentar la «revolución de color» y las ha desarmado desde la inteligencia política y desde la audacia.

Pero esto nos lleva a otro debate un poco más complejo, un poco más odioso, un poco más difícil de encarar, que es el debate de la intelectualidad. En principio, podemos preguntarnos si la intelectualidad está al tanto de lo que está sucediendo, sobre todo la intelectualidad de izquierda. Lo pongo en duda porque el presidente Maduro es probablemente uno de los políticos más desprestigiados del planeta y en el sistema de medios mundial, en la mediocracia mundial.

Tristemente, hemos visto que la izquierda no es infalible a la hora del consumo de propaganda occidental, y la izquierda, no tanto latinoamericana, pero la izquierda europea, por categorizarla de alguna manera, sí se ha visto consumida por el discurso occidental que indica que en Venezuela no ha habido una democracia. Esto nos lleva a un debate un poco más profundo: ¿qué es la democracia? Hemos discutido en ese sentido que también hay una crisis de conceptos, una reconfiguración, y no somos precisamente nosotros los que estamos dándole una interpretación novedosa a estos conceptos, adaptada a nuestras realidades.

No sé si se conoce que en la última declaración del ALBA se saludó el referéndum que se celebró en Ecuador, en el cual Rafael Correa queda execrado en la política ecuatoriana. Un documento del ALBA. Son puntos que nosotros tenemos que ver con muchísima cautela y con muchísima responsabilidad, porque en ese sentido, en el entendido concepto de la democracia, Ecuador es un país democrático, Argentina es un país democrático, Brasil es un país democrático, Venezuela es una dictadura, y ni se diga de Cuba que lleva 50 años con esa estigmatización.

La pregunta es si a nosotros nos sirven esos conceptos de democracia, derechos humanos, libertad y revolución.

Ayer la Red de Intelectuales debatía sobre qué es revolución y qué no. Cien años después. Yo no entiendo, ¿qué es revolución y qué no? Cuando estamos en un momento en el que, a nuestro entender, para nada debe prevalecer el pesimismo. Es un momento maravilloso. Es decir, las élites mundiales están peleándose entre sí, están comiéndose a sí mismas. Por ejemplo, vemos a un Donald Trump representando un sector de la élite mundial, peleándose con sus aliados, intentando imponer condiciones económicas a China y los chinos riéndose de ellos de alguna manera, lo vemos además intentando imponer amenazas a América Latina y Nicolás Maduro destrozando todos los planes de intervención de Estados Unidos en Venezuela.

Hemos ganado cuatro elecciones consecutivas en menos de seis meses, y aquí entramos en el último tema que nosotros queríamos traer acá. No sólo en Latinoamérica; el mundo entero carece hoy de un marco analítico propio de nosotros, los pueblos. No se escribe sobre las victorias venezolanas ya, existe una especie de manifestación emocional, sobre todo de la izquierda intelectual, de estar en un permanente empezar de cero, un permanente abandonar lo que en un momento floreció.

A Venezuela de alguna manera se la dejó sola durante estos últimos años cuando el Comandante Chávez no estuvo a la cabeza. Nos emocionamos por los nuevos triunfos, está bien, celebremos los nuevos triunfos, entendamos que Venezuela viene de cuatro triunfos electorales donde la oposición venezolana quedó fragmentada en al menos cuatro pedazos, y esto se hizo, insisto, con inteligencia política, y además, con un apoyo irreductible de la base popular venezolana que está representada principalmente por mujeres pobres y madres solteras que tienen en su responsabilidad a no menos de mil personas cada una.

Si no fuera por este sujeto que está haciendo política de verdad, Venezuela sí estuviera sumida hoy en el hambre pura y dura. Estas mujeres, que fueron amenazadas en 2017, organizan, viven, conviven, resisten amenazas, hacen política y, además, garantizan los triunfos electorales de la Revolución Bolivariana.

En Venezuela se ha creado una fórmula, insisto, chavista. Afirmábamos en este panel, en la sesión anterior, que había que ser cada vez más chavista, porque el chavismo resultó ser, más allá de las condiciones históricas que se le pongan, un método de acción política, un método pragmático de entender la realidad y de incidir sobre ella para planificar el futuro, con la audacia manifestada en los encuentros y las experiencias de Chávez y Fidel.

Entramos en las preguntas incómodas que cualquier encuentro que se proponga honesto debe hacerse. ¿Poder para qué? Este momento en el que la élite occidental está destrozando todo el sistema como lo conocemos, toda la institucionalidad está siendo destrozada por sus propios creadores. Insisto: ¿poder para qué? Habría que preguntarnos esto a todos los que estamos en procesos políticos y en los que participamos de ellos. ¿Para qué quiere el poder Manuel López Obrador? ¿Para qué quiere el poder Nicolás Maduro? ¿Para qué quiere el poder Evo Morales? Luego del ir y venir de derrotas dolorosas -y en algunos casos vergonzosas- en la región.

No quiero ser más incómodo pero en 2017, de febrero a julio de 2017, los llamados liderazgos regionales progresistas hicieron cero menciones a Venezuela y a su proceso de intervención. Los casos de Cuba y Bolivia se exceptúan, obviamente. Esto no es, digamos, una manifestación victimista, sino un llamado a la reflexión, sobre todo de la intelectualidad de izquierda, que parece estar analizando el mundo como en 1950 y no como en 2018; en un momento donde el tiempo que corre, si bien es el tiempo más peligroso, también es el tiempo más maravilloso. Si el capitalismo logra recomponer su estructura filosófica, su estructura existencial, ahí sí nosotros habremos perdido la oportunidad de la vida y la oportunidad de imponer una cultura nueva, de pensarla, de experimentarla y de dejar atrás siglos y siglos de dominación, en los cuales hemos sido espectadores y no partícipes.

Muchas gracias.